En el mundo actual en el cual vivimos, estamos en un
constante devenir de circunstancias que, muchas veces, nos sumergen en la inercia. El camino de la
inercia es claro y conciso: nos dejamos llevar por las
circunstancias y acabamos actuando de manera rutinaria
¿Acaso pensamos en qué nos lleva a actuar de una manera u
otra? ¿Cuáles son los verdaderos motivos
que nos encaminan en la dirección que
tomamos? ¿Cuáles son los motivos que nos llevan a actuar tal como lo
hacemos? Conocer cuáles son los motivos que nos guían nos sirve para
conocer realmente qué es lo que nos lleva
a tomar ciertas decisiones o
porqué nos decantamos por una elección u otra.
A veces, nuestra propia obcecación nos nubla cuáles son los
motivos verdaderos y actuamos de manera equivocada, debemos reflexionar cuáles
son las motivaciones
que impulsan nuestras decisiones. Conocer nuestras motivaciones es
conocernos como personas. Es el camino del autoconocimiento.
ENCONTRAR LA MOTIVACIÓN
Cualquier
momento del año es un bueno para revisar dónde estamos y todo aquello que
querríamos mejorar o lograr. Solemos estar llenos de firmes propósitos para
hacer realidad nuestros deseos, pero que tengamos esa voluntad no es garantía
de ponernos en marcha, de modo que la motivación se convertirá en la fuerza
impulsora que señale nuestra dirección y sostenga nuestra fuerza para
proyectarnos hacia ella, en definitiva es lo que hará que podamos mantenerlos o
dejarlos en el rincón del olvido.
Aunque
fantaseemos que sería maravilloso vivir siempre estimulados a hacerlos realidad
y a mantenernos espontáneamente motivados, en ese estado en el que parece que
todo fluye y se encamina hacia una realización donde las satisfacciones no
dejan de producirse; todos hemos experimentado, en mayor o menor medida, el
desaliento y sabemos que ese impulso no es perenne, sino que tiende a fluctuar
por el poder de las emociones. Así es, aquello que nos mueve –a diferencia de
la voluntad – tiene una base afectiva y emocional que lo conecta con las
experiencias vividas en nuestro pasado, así como con nuestras expectativas de
futuro y que, a menudo, no es ni siquiera consciente.
Hay dos tipos principales de motivación: la intrínseca y la extrínseca.
La motivación intrínseca tiene que ver con objetivos personales, como la autosuperación o la sensación de placer.
Las personas motivadas internamente actúan sólo por el placer que
les produce la acción en sí misma y no por recompensas externas derivadas; su
comportamiento es motivado por el deseo de mejorar y por la satisfacción de
hacer las cosas bien hechas.
La motivación extrínseca se genera por influencias externas a la persona, es decir, se actúa con el objetivo de conseguir algo, ya sea obtener un premio o evitar un castigo.
La personas motivadas extrínsecamente orientan su conducta a
obtener buenos resultados; pero con frecuencia les acompañan sentimientos de
tensión, presión y ansiedad; bien por obtener una recompensa externa, o bien
por evitar ser castigado tras una mala conducta.
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